La vida de una mujer se basa en ilusiones y proyectos, por ejemplo, ser esposa y madre entre otros. La mujer se prepara profesionalmente, como ama de casa, se prepara mentalmente para ser madre y lo logra, le fabrica al hijo un mundo de ensueños y hasta se prepara para ser abuela, ¿pero se prepara la mujer para la irreparable y dolorosa pérdida de un hijo?
Ante la pérdida de un hijo, de ese ser tan integral en la vida de una madre, la mujer se encuentra de pronto recorriendo caminos de un duelo eterno que dura el resto de su vida…A la mujer que pierde a un esposo se le llama viuda, al hijo que pierde a sus padres se le llama huérfano, ¿qué nombre se da a la madre que pierde un hijo?
No hay científico que logre descifrar el dolor, ni poeta que logre escribir el amor grandioso de madre, ni diccionario que describa las palabras exactas para descifrar el verdadero dolor de la pérdida de un hijo.
¿Cómo describir la magnitud del dolor de perder una parte de nosotras?
Cuando se pierde a alguien tan amado, emprendemos un camino poblado de tristezas y desconsuelos, pero la madre que pierde un hijo se queda con las notas de la canción de cuna, desparramadas en su tristeza, en la soledad, en el silencio de las risas y sus llantos, a pesar de tanto dolor y desconcierto, la madre saca fuerzas de su dolor, porque aun le quedan otros hijos que la necesitan y sabe que esos hijos, también lloran la ausencia de un hermano que les fue arrebatado por los misterios que se resbalan desde la muerte.
Un hijo, por doloroso que resulte, se prepara para ver partir a los padres. Después de todo esa es la ley de la vida, ¿pero los padres no encuentran explicación alguna del porqué el hijo amado les fue arrebatado.
No faltan consejos de cómo superar la muerte de un hijo, aun así, la muerte de un hijo no se contempla como parte de la vida, porque para los padres perder a un hijo va mas allá de la naturaleza misma, algunos consejos que podrían ayudarnos aun en una mínima parte a llevar el dolor.
4 Consejos ante la pérdida de un hijo:
• Como primer recurso y que a su vez puede ser el más difícil, la aceptación, es muy común en un caso tal, que se piense que todo es una pesadilla de la que pronto podremos despertar sin embargo al hacernos de nuevo a la realidad, está el sentimiento de culpa, “si hubiera echo esto o lo otro”.
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• No fijarse un tiempo ni plazo para superar la muerte de un hijo, no se puede ni se debe reprimir el llanto ni la tristeza, llorar lo que se siente, hablar con quien nos quiere escuchar, estrechar mas los lazos de amigos y familiares.
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• Darse permiso para decaer nuevamente en la tristeza, aunque tal vez con menos intensidad, pero es algo cuya necesidad se acentúa en fechas importantes, especialmente en el primer año de duelo, el primer cumpleaños sin el hijo amado, la primera navidad sin él/ella. El dolor aflora de nuevo, porque nunca se ha ido, el dolor queda como parte de la vida, pero es un dolor absorbido y arraigado en el corazón y vive en la madre, aunque muchas veces guarde ese dolor celosamente para ella, con las memorias de su hijo amado.
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• Darse permiso para sonreír y celebrar acontecimientos importantes con alegría. Supone aceptar que quien se fue no regresa más, y aunque se acepte y llegue a celebrar nuevas cosas que pasan en la vida no se debe sentir como que por ser feliz se ha olvidado a quien tanto se amó. Por feliz que una pueda sentirse en un futuro, eso no quiere decir que se olvidase del pasado, sólo quiere decir que ha madurado y sabido llevarlo mejor.
A pesar de todo, el proceso de duelo no se detiene, sigue en un largo y doloroso proceso que no se detiene, el proceso de recuperación llega, dejemos que el tiempo haga su obra.
¿Que nos vamos a tambalear? Sí, tambaleamos porque el corazón de madre no cambia su amor por su hijo, esté o no presente. Tambaleamos porque la cruz del dolor apunta hacia los cuatro puntos cardinales en busca del rostro del hijo amado que ya no está; tambaleamos, pero somos fuertes, porque quienes han perdido un hijo, tienen otros hijos, familia, trabajo y aunque sienten que mueren por la ausencia, tienen también motivos para vivir, tienen la fe, la voluntad y la confianza en Dios vertida en sentimientos que les da la fuerza necesaria para seguir hacia la esperanza de un día encontrarse de nuevo con quien nunca dejan de extrañar.
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